Jordi nos ha jodido bien. Bueno, en realidad no es culpa suya, ha tenido que ir al entierro de su abuela y está desaparecido dura
nte todo el fin de semana.
Como el vicio del rol nos tiene bien cogidos, me lanzo a preparar una partida y desoxidar mis dotes de máster, totalmente abandonadas desde que empecé la carrera y Jordi se hizo cargo: dos días me cuesta repasar todas las reglas, pero me basta. Me enfrasco tanto elaborando la partida del sábado que me olvido del pesado de Fonsi y no caigo en darle esquinazo. Se presenta con los demás, con cara de inocente, y me voy preparando mentalmente.
Como sé lo que hay, alecciono a los jugadores y, aunque me dirijo a todos, en realidad todo lo que digo va por Fonsi: “nada de tonterías o te machaco”, podría ser un buen resumen. Y no es broma, pues he dejado en reserva un par de vampiros y un dragón para cortar por lo sano en caso de emergencia.
Para que se note que no soy Jordi, les preparo una aventura al aire libre, por bosques, montañas, caminos y senderos, con visitas a sabios, herreros y señores, con criaturas voladoras, objetos mágicos, historias de batallas, laberintos y un misterio para resolver. Hasta yo mismo estoy impresionado de lo bien que me ha quedado.
Fonsi intenta alguna de las suyas, pero lo tengo controlado y sólo provoca daños menores. Esto es rol y no puedo impedir que haga tonterías, pero puedo improvisar alguna circunstancia que minimice los efectos, como cuando mata a un emisario en un camino y lo arroja al río sin registrarlo y envío otro al día siguiente con el mismo mensaje secreto con la esperanza de que alguien descubra la pista que guarda.
Los personajes se lo trabajan a conciencia. Viajan, hablan con todo el mundo, buscan, pelean, cavilan y se entretienen comprando equipamiento. Hay combates en los caminos, emboscadas de bandidos en la montaña, un hechicero siniestro escondido en el bosque y un sabio muy ilustrado que cobra por la información según su calidad. Cuatro horas recorriendo mundo y haciendo de todo me convencen de que me he pasado: esta partida va a durar al menos otra tarde más, pero están todos encantados y no hay problema. Lo dejamos justo cuando el mago se ha vuelto loco y se ha perdido en el bosque, el guerrero de Fonsi ha sido encarcelado por matar a un soldado por accidente, y los otros dos, el arquero elfo y el hobbit, andan buscando al mago por los senderos.
Charlamos un rato, como siempre. Alguien pregunta si hemos hecho los “deberes” de Jordi. Dani sigue con Poe, pero compruebo que no lo ha vuelto a tocar en toda la semana; seguro que se ha tragado un montón de episodios de One Piece, para eso sí saca tiempo.
Rober acaba de salir de las minas de Moria, triste por la muerte de Gandalf. Afortunadamente no ha visto aún las películas – eso sí es una hazaña – pues se prometió leer los libros antes y el tío está cumpliendo, como un hombre. Tengo que taparle la boca a Fonsi, que ya iba lanzado con el spoiler para chafarle la historia. Este muchacho es incorregible.
Yo he conseguido terminar con Poe, ansioso por empezar con Lovecraft. El último relato, “Manuscrito encontrado en una botella”, todavía resuena en mi mente, donde ha dejado grabada a fuego la imagen del barco siniestro navegando a toda velocidad hacia el fin del mundo. Un prodigio de imaginación y técnica literaria apabullante o, como diría un amigo mío, “un pasote”.
Hoy los despido yo en la puerta de mi casa. Otra tarde de aventura muy especial, otra razón para no ver televisión. Hasta Fonsi se ha comportado, parece que le va cogiendo el punto: ahora sólo tenemos que conseguir que lea más y vea Death Note y ya podrá ser un miembro oficial del grupo.
Recojo todos los cachivaches: lápices, hojas de personaje, planos, mapas, y los dados y los libros de reglas. Un detalle capta mi atención. Fonsi ha anotado algo en el reverso de su hoja: “Lovecraft, Poe, Gandalf”. Se ha hecho un pequeño lío, pero se lo ha apuntado. Interesante.♣
J.L. Belloq
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