Informe del agente Bergman, John, sobre el Círculo del Ludófago. Londres, 1866.

portada informe ludófagoInforme original del agente Bergman, John (modificado con posterioridad a su muerte, en 1897, por los agentes a cargo del caso del Ludófago):

En noviembre de 1857, el Servicio de Inteligencia Británico, en colaboración con el Ejército, ejecutó una operación especial en el departamento de Jaipur (India), concretamente en Abhaneri, localidad situada a unos 95 kilómetros de la ciudad de Jaipur. Entre la carretera y la vía férrea que unen Jaipur y Agra, en los sótanos de un caserío propiedad del General William Goldberg, máximo responsable de la Compañía de las Indias Orientales, los agentes desarticularon una extraña logia lúdica que se hacía llamar “Círculo del Ludófago”.

A las 20:00 los agentes de Su Majestad irrumpieron  por la rudimentaria puerta principal hasta el  acceso al sótano, lugar sórdido pobremente iluminado por unas pocas velas. Los cultistas se encontraban urdiendo no sabemos aún qué y no advirtieron nuestra presencia hasta que fué demasiado tarde.  Tras la confusión inicial, tres de ellos trataron de huir sin éxito por un corredor oculto, en cuya entrada fueron reducidos con rapidez. Fueron detenidas ocho personas y no hubo heridos ni bajas en ninguno de los bandos. Fué una redada limpia y rápida, como corresponde a los agentes del Servicio de Inteligencia.

El caso fue puesto a continuación en mis manos, y este informe es el resultado de la investigación posterior, que condujo al desmantelamiento de la organización principal y sus tres células conocidas, y para la que fue determinante el testimonio del hijo del propio general Goldberg, William Goldberg Jr., cuya declaración se expone en extracto a continuación:

Declaración de William Goldberg Jr.

3 de diciembre de 1857  – 10:00 Cuartel General del Servicio de Inteligencia

“En 1850 conocí, en uno de los más recónditos escondrijos de los mercados de Jaipur, en la India, un peculiar ser de aspecto “casi” totalmente humano. Digo “casi” debido, entre otras cosas, a sus peculiares pabellones auditivos, semejantes a los de algún animal indeterminado. El individuo se hacía llamar “Morgan Malleus, El Ludófago”. Aunque de aspecto desaliñado, tenía algo simpático y agradable en el trato, algo que atraía intensamente al poco de iniciar conversación con él.

En las sinuosas calles de Varanasi, en sus tabernas, escondido siempre en alguna oscura habitación, encontraba inevitablemente al tal Morgan, al que buscaba con una intensa curiosidad y por el que adquirí un cierto aprecio a fuerza de conversar sobre mil asuntos. Me enseñó, entre los humos y licores de los antros que frecuentaba, el arte del ajedrez; me contó los entresijos tácticos y estratégicos de las más famosas batallas de la Historia, sobre las que parecía poseer un amplio conocimiento; me mostraba diagramas y, con el tiempo, los transformó en extraños pero adictivos juegos de mesa que ilustraban esos episodios con una claridad manifiesta. Me contó impagables secretos de la literatura, la naturaleza, y de aquellas nuevas artes que iban surgiendo en esta nueva época de ciencia y descubrimientos.

Acabó presentándome a un grupo de selectos amigos que compartían sus gustos y aficiones al amparo de la íntima luz de las velas. Para cuando pude darme cuenta no vivía sino por y para aquella interesantísima sociedad en la que fui iniciado, plena de actividades y secretos que poco a poco me fueron revelados.

Supe en su debido momento sobre el estatus de aquel ser, un punto de unión entre aquellos conocimientos cósmicos, un maestro de ceremonias, el instigador de los proyectos de la organización y el mayor ludófago de todos.

Un día decidí ofrecer a la sociedad un escondido sótano semicavernoso excavado junto a la casa de campo de mi padre,  quien no se enteró de nada, pues se pasaba meses enteros de viaje por la rebelión de la India  de 1857. Y allí, entre manuscritos y libros, juegos y torneos, celebraciones y todo tipo de ocio libertino, nos cerramos al mundo conocido para descubrir otro nuevo, del que ya no queríamos salir, y al cual nos abandonamos para siempre.”

Desgraciadamente, esto fue todo. El hombre se sumió en un silencio obstinado y se negó a proporcionar más información.

Cuando los agentes desmantelaron la sociedad, pudimos comprobar que se regía por una estructura al estilo de las órdenes esotéricas o los masones. Existía una precisa promoción interna, cuyos peldaños se designaban en honor a deidades cósmicas desconocidas de nombres cuando menos inquietantes. No obstante, se pudo comprobar que dicho homenaje era una pura formalidad, ya que la actividad de la logia secreta consistía en organizar bacanales lúdicas, en las que se entregaban al juego intelectual, a la lectura de sospechosos escritos de horror y ciencia ficción, a la emulación de cruentas batallas, el estudio de la estrategia y muchas otras ocupaciones del intelecto que evitaban la degradación mental y simulaban los efectos de los opiáceos.

Tras el arduo trabajo de investigación, se descubrieron otras tres células más de esta insólita sociedad secreta. Una en Londres, en un húmedo sótano de Whitechapel Street, desactivada en 1866; otra en una casa particular de El Cairo, adyacente a la de otro acaudalado hombre de negocios relacionado con la sociedad, en 1889; y la última, en un caserón de Nueva Orleans, en 1920.. De todas estas actuaciones  presentaremos informes aparte.

Seguimos investigando actualmente en busca de posibles nuevas células, pues sospechamos que sus secretos se han conservado en manos de otros adeptos y, por si fuera poco, ignoramos el paradero o el fin de Morgan Malleus, en busca y captura desde 1857, quien no ha dejado de aparecer intermitentemente en cartas y circulares interceptadas por nuestros investigadores.

ANEXO 1: Aspecto de Morgan Malleus en 1857

 Morgan Malleus

ANEXO 2: Símbolos e iconos del Círculo del Ludófago

Sello de la organización:  lodo CdL _v02 sin fondoANEXO 3: Simbología de la promoción interna

La simbología utilizada para la representación de los rangos dentro de la jerarquía parecen ser de procedencia alquímica, aunque la investigación no ha podido esclarecer la relación entre los símbolos y los extraños nombres utilizados.

Según parece, los miembros más recientes ingresaban a la blasfema organización con el título de “Cultistas” y de ahí ascendían en el escalafón, pasando de un círculo a otro, hasta llegar al Círculo de Primigenios, estadio en el que se asentaban los mas “sabios” y “arcanos” miembros, encargados de la administración de la sociedad.

De los llamados Primigenios apenas se pudo sonsacar información, ya que se referían reiteradamente a sus fines como “Nuestros Asuntos” y su única respuesta era, una vez y otra: “Nuestros Asuntos son cosa nuestra”. No tenían ascensión interna aparente, pues al llegar a ese estadio ocupaban una especie de puesto honorífico, al estilo de los asientos de la famosa Real Academia Española, pero con espantosos nombres de ignotos dioses paganos.

Detallo a continuación el espeluznante discurso que, cerveza en mano, era leído en el acto de ascensión de los adeptos al siguiente nivel.

“Nos es grato proclamar, en esta arcana sociedad, que en el sagrado orden cósmico de los Innombrables y Primigenios, que aguardan pacientes su llegada a través de los eones, X (aquí el nombre del adepto) asciende por fin, firme y decidido, al prestigioso estatus de XX (aquí, el nombre del nuevo nivel alcanzado), título que portará con orgullo y nobleza y por el que será tratado de ahora en adelante con el debido respeto”

Informe de 1866, modificado por última vez en 1920. Agente Bergman Nº 675b

 Firmado 8/10/1920

John Bergman

 

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