CAMINA CONMIGO
Joaquín Carballo
Fuera reinaba la noche oscura y el cielo descargaba su ira sobre Bistritz. Dentro no había nada que temer. El matrimonio y sus dos hijos se encontraban a salvo del temporal en la acogedora casa familiar. Kristian, de doce años, se acercó a la chimenea con algunos troncos para alimentar el crepitar lento y dulce del fuego. La pequeña Marishka, de tan solo tres años, lloraba sin cesar desde su cuna con inusual rabia, desafiando a los mismos truenos. Su hermano intentó consolarla sin éxito, asumiendo el rol de cabeza de familia que había desempeñado durante más de tres semanas debido a la desaparición un tanto extraña de su padre. Extraña porque cuando salía para cazar empleaba tan solo unos días y nadie conocía los motivos de tan larga ausencia. Esa misma tarde había regresado abruptamente al hogar, jadeante, con rostro, blanquecino y desencajado. Celebraron volver a verle, a pesar del lamentable estado que presentaba y de su misterioso comportamiento. seguir leyendo