2º relato concursante del VII Concurso de microrrelatos -Noche de Difuntos 2022

IMPRUDENCIA EXISTENCIAL
Semilla Paramuna 

Nos encontrábamos en una noche fría del otoño, como si se tratara de la astenosfera que nos rodeara o de las profundidades de las fosas de las Marianas, la noche era implacable con las vidas humanas que allí habitaban, ya no podíamos distinguir las sensaciones del calor fulgoroso de los organismos vivientes; solo podía sentir el calor de otro ser, cuando me alimentaba de este, o de mi amada que me transmitía a través de sus emociones y del calor de su espléndido cuerpo, la saga de una cadena innumerable de sentimientos acogedores. Yo, el vampiro Alejandro, seguía buscando mi lugar en esta miserable existencia, reduciendo lo miserable cuando encontraba la mirada en mi amada, quizás era el fulgor de su vida, con sus ojos tintineantes de una corta existencia, lo que la hacía más apasionada, más valiente y menos temeraria. Aunque sobreviví a mi imprudencia suicida, lo que me recordaba a mi amigo Lestat, el día que vi aquella mujer, fue el mayor acto suicida contra mi presencia. Me encontraba en Colombia, me habitaba en medio de aquel Lago de Tota, cuando la vi danzando de un lado a otro, moviendo sus sensuales y definidas caderas, con una sonrisa que limitaban sus hermosos pómulos, era aquella mujer de tez morena y cabello ondulado, la que hacía volverme loco con esos labios similares a las olas del lago, quería tomarla en mis brazos y acariciar sus bellos y pequeños senos similares a las montañas. Decidí tomar la valentía, aunque sabía que mi corazón no latía, parecía sentir un corazón joven, estaba ansioso y tenía limitadas palabras para comunicarme. Me aparecí allí argumentando que también estaba acampando, con lo que no contaba es que aquella mujer, tenía la llama misma de la vida. Me invitó a pasar como si de un conocido se tratara, quizás presenció mi aura calmada, pero atraída hacia ella; su mano estaba un poco fría, aunque – ¿cómo podía distinguir los cambios de temperatura? – me habló de su pequeña existencia, creo que fue una conexión instantánea, aquella mujer amaba y odiaba la vida, pero igual sentía la vida como si los años de existencia fueran largos y eternos, cada palabra que salía de su boca era escuchada primero por mi corazón y luego por la razón. Amanecimos hablando, en aquel amanecer, estaba decidido a besarla, acaricié su nariz y su boca de forma delicada, jugué un poco con sus labios carnosos y toqué sus labios con la suavidad de un pétalo de rosa, sentí las emociones que solo se sienten pocas veces en la vida, jugué con su lengua, nos entrelazábamos como enredaderas, sentía su profunda respiración, aún más cuando la besé en la nuca de su cuello. Fue una noche espléndida, tuve que irme antes de que se impusiera el sol sobre mi precaria existencia. En definitiva, la visitaría la siguiente noche, no podía dejar de pensar en eso, parecía un romántico empedernido, quizás era la visión de su vida – ¿Creería que había más formas de vida? – No lo sé, lo que si podía confirmar era que estaba abierta a las posibilidades de la vida, conocía organismos extraordinarios en las condiciones extremas de la Tierra, quizás, porque era curiosa de mí, me permitió conocerla, porque en definitiva lo supe con ese beso, sería mi mayor imprudencia existencial.

 

 

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