7º relato -fuera de concurso- del VII Concurso de microrrelatos -Noche de Difuntos 2022

SENTENCIA
JLBelloq 

—¡El reo permanecerá atado y tendido en el suelo hasta que se dicte sentencia! ¡Reptará hacia nosotros cuando se le ordene, y se alejará de igual forma cuando se le indique! ¡Hablará solo cuando se le interpele, so pena de sufrir el arrancamiento inmediato de su lengua! ¡¿Ha entendido el reo las instrucciones?!

El despojo que yace, desnudo, en el suelo de piedra, gime y asiente con esfuerzo. De todas formas, no iba a ser capaz de incorporarse por sí mismo. Las quemaduras le cubren el cuerpo, lesiones que permanecen a pesar de su poder para regenar sus propios tejidos. Es el sol, cuya luz asesina hace arder la piel y la seca y la pudre, y nada puede hacerse.

En la sala, solo los tres jueces lo enfrentan. Otros pocos, detrás de él, observan y esperan. Parece un juicio, pero un vampiro traidor a los suyos no tiene tal derecho. El pecado va contra los Preceptos, y huelgan los jueces, los defensores y el jurado: solo caben el condenado y su sentencia.

Hoy se cumple un año, trescientos sesenta y cinco días, de su encierro en el pozo, encadenado. Jornada tras jornada, la luz del sol recorre la celda como una ola de muerte que bate contra una pared, lame la contigua y rompe contra una tercera, quemando con sus reflejos a un desgraciado que se refugia, desesperado, en el único espacio en sombra, una franja en la cuarta pared que se reduce implacablemente hora tras hora. Es un suplicio, una tortura, no una condena. La carne perdida no evitará lo que la Ley estipula para la traición, solo lo demorará.

—¡Que el reo se arrastre hasta aquí y escuche y sufra su castigo! ¡Que los demás escuchen y aprendan! ¡Lutz de Orleans, conocido como Lutz el Supurador y Maestro de la Cicatriz Negra! ¡¿Conoces la condena por tu crimen?!

El condenado gime desde el suelo y asiente de nuevo. Sabe y asume su final. Perdida su capacidad para curar las heridas, tiene que mutilarse a sí mismo. Le ponen en la mano una tenaza de hierro y, con gran sufrimiento, se arranca los colmillos de cuajo y cubre el suelo de piedra con Sangre de Inmortal. Después, los ojos; después, las orejas.Lo conducen hasta el sarcófago y lo arrojan dentro. La sangre lo impregna todo, le cubre el cuerpo, encharca el fondo de lo que será el último lugar que podrá palpar con sus dedos durante años sin fin, pues el que ya está muerto no puede morir, y el sol liberador tampoco llegará hasta su tumba de oscuridad y silencio.

Y al cabo de cientos de años, el vampiro habrá enloquecido, y mucho antes, sus últimos restos de cordura le habrán permitido recordar por qué está ahí y por qué aceptó una carga de tal magnitud, por la que renunciaba al don de la inmortalidad. Por qué no quiso derramar una sangre, por qué fue incapaz de acabar con una vida más, por qué supo de repente qué era ser humano. Por qué se enamoró.

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