6º relato concursante del VII Concurso de microrrelatos -Noche de Difuntos 2022

EL RESURGIR DE LESTAT
Raquel Torrado Sánchez

Lo abandonaron a la orilla del río, dándolo por muerto tras haberle prendido fuego. Había faltado poco, pero consiguió sobrevivir. Lestat no perdonaría jamás lo que Louis y Claudia le habían hecho. Como pudo, se refugió en una pequeña cueva cercana al agua y allí pasó días alimentándose de roedores y pequeños animales, hasta que se encontró con fuerzas para salir a cazar una presa que le devolviera su energía habitual.

Tras varias semanas escondido, volvió a la ciudad, y los rumores sobre los monstruos que mataban esclavos, se habían disipado como la niebla al amanecer. Aprovechó la circunstancia y se alimentó de dos borrachos que vagaban por la calle y que aún apuraban las botellas de licor que llevaban. Como los vió discutir, quiso sacar provecho de esta circunstancia y, para no levantar de nuevo sospechas, simuló que se habían matado el uno al otro con los restos de sus botellas rotas.

Cuando fue a buscar a Louis y Claudia para vengarse, no los encontró. Por las noches, y siempre al amparo de las sombras, empezó a vagar por la ciudad y a escuchar conversaciones de los lugareños que hablaban de dos extraños pasajeros que se habían embarcado en un buque destino a París. Lestat se enfureció, pero no iba a renunciar a su preciada venganza.

Sobornó a unos empleados del puerto y consiguió que escondieran su ataúd en el siguiente barco que saldría destino al viejo mundo. Fue duro el viaje. Mantenerse escondido tantos días y volverse a alimentar de ratas. Sólo pudo satisfacer su sed de sangre humana con un marinero, una noche de tormenta. Su desaparición no levantó sospechas, ya que dieron por hecho que cayó por la borda al estar de guardia.

Una vez en París, tuvo que esperar a la caída del sol para salir de barco. Se alojó en un hotel de mala muerte en el peor barrio del lugar, lleno de indeseables con los que tendría asegurado su alimento. Allí conoció a otros como él que le aportaron información acerca del paradero de Louis y Claudia, haciéndoles saber que a ella la habían matado y que él había emprendido un nuevo viaje siguiendo una ruta por Europa, con el fin de encontrar otros vampiros con sus mismas inquietudes y aprecio por la vida de los demás.

Año tras año, década tras década, la sed de venganza fue pasando a un segundo plano para él. Mientras, iba satisfaciendo su sed de sangre y sus inevitables instintos asesinos como podía. Casi un siglo después, residiendo en Londres, llegó a sus oídos el rumor de que el mismísimo demonio estaba asesinando en el barrio de Whitechapel, uno de los más decadentes de la ciudad. Como él se consideraba el demonio, le resultó insultante que otorgaran ese título a un asesino que dejaba tras de sí unas pocas víctimas, cuando él llevaba más de cien años quitando vidas.

Empezó a frecuentar las calles de Whitechapel, infestadas de prostitutas, alcohólicos y delincuentes comunes, y al cabo de varias noches dio con el asesino. Observó cómo contrataba los servicios de una prostituta y ya a salvo de toda mirada, comenzó su trabajo. Se extasió con su sadismo, viendo cómo le cortaba la garganta, la abría en canal y disfrutaba jugando con sus vísceras y, como si lo hecho hasta ese momento no fuera suficiente, le desfiguraba la cara a modo de castigo.

Creyó encontrar en él un aliado, alguien con quien podría vivir en una simbiosis demoníaca y sacar provecho de aquellos asesinatos. Lo siguió hasta la habitación de hotel en la que vivía y, mientras el asesino se limpiaba la sangre de las manos y la cara, se coló en el cuarto y se sentó a esperar en el único sillón de la estancia. Cuando salió del baño, se sorprendió al verlo allí.

—He disfrutado mucho viéndote esta noche -dijo Lestat.

—¿Quién eres? ¿Cómo has entrado aquí?

El asesino se acercó al maletín que portaba al entrar y sacó un escalpelo.

—Tranquilo, no tienes nada que temer. No voy a hacerte daño, por el momento. Creo que tú y yo tenemos muchas cosas en común y podemos sacar un beneficio mutuo. Ambos necesitamos matar, por razones distintas, pero lo necesitamos.

—No sé de qué me hablas…

—¡Claro que sí! Esta noche he visto cómo le arrebatabas la vida a esa prostituta y pude ver en tus ojos el placer que sentías con ello y que yo mismo sentí al observar. Lo único que me dió lástima fue el desperdicio de toda esa sangre fresca, tuve que contenerme para no intervenir y deleitarme con ella hasta el último latido de su corazón.

—¡Eso es monstruoso!

—No mucho más de lo que tú has hecho esta noche… Te propongo un trato. Tú me invitas a participar en tus crímenes y a disfrutar de esa sangre que se desaprovecha, y yo te ofrezco el don de la inmortalidad para seguir cometiendo tus atrocidades eternamente.

—Eso es imposible…

—No lo es. En mí tienes la prueba.

Lestat se acercó a la luz para que le viera el rostro, y el asesino ahogó un grito soltando el escalpelo. Lestat, en un movimiento rápido, lo tuvo contra la pared a su merced y al instante hundió los colmillos en su cuello, casi sin que se diera cuenta. En apenas unos minutos la vida del criminal pendía de un hilo. Fue entonces, cuando se mordió su muñeca y le dió de beber su propia sangre iniciando su transformación.

El asesino, al que más tarde se le conocería como Jack El Destripador, se convirtió así en el nuevo discípulo de Lestat, un ser tan maligno como él, dos seres salidos del mismo averno, dos almas gemelas del mal, que por muchas décadas y a lo largo de todo el mundo dejarían a su paso un manto de terror y muerte.

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