ROSTRO DESTAPADO
Abel Píriz Brito
Perpleja, así se encontraba tumbada en la cama tras la enorme conspiración que había sufrido hacia su persona, y de la cual era completamente consciente.
De repente un sonido, en un principio desconcertante, pero cada vez más innegable, hizo que nuestra protagonista esbozase en su cabeza la figura de un bebé, de su bebé, aquel que le habían robado, y no era para menos, pues se trataba del llanto de una criatura.
Cual murciélago se dejó llevar por el sonido hasta encontrarse de frente con una puerta oculta en un habitáculo utilizado como trastero, que anteriormente había estado escondido tras un viejo armario.
Al mirar por la mirilla se divisaba un alumbrado que sin duda procedía de aquel lugar que no podía ser otro que el de la casa de sus vecinos.
Un pequeño empujoncito con las yemas de sus dedos bastó para entreabrir aquella puerta.
Con lo primero que se encontró nada más entrar fue con un pasillo de cuyas paredes colgaban cuadros de aquelarres famosos, uno de ellos, del mismísimo Goya.
Ahora, ahora sí que todas y cada una de las piezas del puzle encajaban a la perfección pues lo siguiente que vio fue un conjunto de personas, todas y cada una de ellas vestidas de etiqueta. Se trataba ni más ni menos de un aquelarre de brujas y brujos, uno muy especial pues el hijo de Rosemary era protagonista.
Se mezcló entre el barullo para acercarse a una cuna bañada con velo negro y se inclinó para ver lo que tanto ansiaba.
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