4º relato (de 6) concursante del V Concurso de microrrelatos -Noche de Difuntos 2019-

LA CENA
Joaquín Carballo


Una vez que el calor de la majestuosa chimenea había inundado cada uno de los rincones de la vivienda de William Bennet y que el olor a tabaco de importación se había dispersado por todo el salón, se antojaba un momento ideal para abrir y degustar una botella de viejo whisky escocés. Faltaban solo unos minutos para las nueve de la noche.

El personal de servicio había finalizado su jornada hacía casi una hora.

-Dirás lo que quieras, Will, pero no hay comparación posible entre este brebaje aguado y el que nos sirvieron en la última reunión del comité- Robert Sheldricks no dejaba de restregar su lengua contra los labios con desagrado, dejando entrever lo poco que estaba disfrutando de la bebida.

-Lamento tu desaprobación. Reservaba esta botella para un momento especial y pensé que nuestra cena de hoy podría haber sido ese momento. También es cierto que rara vez estamos de acuerdo- ironizó Bennet. Era tan solo una de las incontables ocasiones en las que ambos se encontraban sumergidos en un mar de reproches cruzados y bromas de dudoso gusto. El último enfrentamiento, a cuenta de la calidad de una copa de whisky.

-Di la verdad, Will: querías celebrar tus logros a mi costa y no tenías nada mejor que este caldo barato e insípido. Esta es mi recompensa por haberte retirado mi apoyo en la firma del acuerdo de mecenazgo en el último momento. Debes saber que no siento arrepentimiento alguno- En silencio se miraron a los ojos durante un breve lapso de tiempo.

– Sabías que la firma de ese acuerdo suponía mucho para mí- Bennet trataba de hacer valer sus motivos, sin siquiera mirar a su interlocutor- Era mi compromiso con el centro que nos ha proporcionado saber y educación durante años. Era un compromiso de los dos ya que tanto tú como yo nos hemos formado allí.

En realidad no solo pensaban de manera diferente. Sus personalidades eran radicalmente opuestas. Robert Sheldricks siempre tuvo un carácter fuerte, polémico y combativo. Una persona con determinación y arrojo a la que no importaba pisotear a sus iguales para conseguir sus metas. William Bennet sin embargo había vivido en todo momento a la sombra de su amigo de la infancia, aguantando sus malos modos, su terquedad y su incomprensión. La única fuerza que Bennet había demostrado en toda su vida era la de aguantar los embistes de Robert. Uno tras otro, sin saber si sería capaz de recuperarse de alguno.

Se conocían desde el colegio, cuando tan solo eran un par de inocentes chavales. Hacía años que habían dejado Oxford, dónde cada uno había ido construyendo su propio núcleo de amistades de manera separada. William Bennet seguía manteniendo una excelente relación con algunos de los alumnos que había conocido allí y dado que su puesto en el comité directivo de una de las más importantes empresas londinenses se debía en gran medida a la influencia de altos cargos universitarios, se sentía en constante deuda con el centro. Por ello, periódicamente, promovía un acuerdo de mecenazgo para dotar de fondos a la Universidad. En esta ocasión la decisión dependía del voto de Sheldricks. Y Sheldricks en lugar de favorecerlo con su apoyo, lo había impedido.

-Todo el mundo conoce lo incompetente que eres. No estás hecho para el trabajo que desempeñas. ¿O acaso crees que en el comité no saben que tu interés por destinar nuestros beneficios a Oxford se debe a que tu puesto fue regalo de alguien con influencias?- Robert hablaba con grandilocuencia para ironizar sobre el reconocido prestigio de la institución, menospreciando de paso las cualidades profesionales de su mal llamado amigo.

-Es cierto que no hicieron de mí alguien tan cualificado como tú, pero no es menos cierto que allí he sabido entablar contacto con personas que me han ayudado, en pocos años, mucho más que tú en toda mi vida. Has demostrado que eres un ser despreciable al que detesto y al que me gustaría apartar definitivamente de mi lado. He hecho lo posible por entenderte, he disculpado tus desprecios, pero me he dado cuenta que no merece la pena perpetuar esta amistad y que más pronto que tarde recibirás justo pago a tanta maldad.

Robert rio de manera perversa pero de inmediato su rostro se volvió serio y amenazante para Will.

-No me digas que el mochuelo al final ha espabilado. Ahora que ya te has quitado la máscara, te lo digo bien claro: siempre fuiste un donnadie, eres un donnadie y serás un donnadie toda tu vida. Me encargaré de demostrarlo sin descanso hasta que no puedas levantar cabeza y te rindas definitivamente.

El enfrentamiento entre ambos no dejaba de intensificarse y finalizó cuando Robert, totalmente desencajado y excitado, decidió zanjar la disputa, saliendo de la casa de Will, con un portazo tras de sí. Bennet permaneció unos segundos mirando la puerta con la mirada perdida. Con tranquilidad, pero con las pulsaciones muy por encima de lo que se consideraría normal, regresó al lado de la chimenea y se sentó en uno de los mullidos sillones que presidían el salón. Permaneció inmóvil y callado varios minutos.

Se levantó para coger la copa de la que había bebido Robert y la destruyó envolviéndola en una servilleta. Con cuidado, se deshizo de los pedazos. Recordaba cómo, la noche antes de la cena, la había empapado de una sustancia altamente venenosa obtenida de una vieja vasija y la había puesto cuidadosamente a disposición de Sheldricks para servirle ese último trago de whisky. Ahora solo había que dejar que actuara.

La vieja vasija fue colocada por Will en una caja de madera, junto a otras que estaban minuciosamente acomodadas de forma que era imposible que sufrieran daño alguno. Dentro también había multitud de viejos papiros, llenos de escritos de imposible comprensión para ojos poco expertos. Fuera de la caja de madera rezaba una inscripción que la identificaba claramente. Lote número 278.

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