El sombrero (relato)

Es bueno que la aventura sea inesperada, lo malo es que sea incomprensible.
Relato de una pesadilla de autora femenina, protagonista femenina y, los demás, inclasificables (JLBelloq, Círculo del Ludófago)

El Sombrero

por Drizza Do`Urden

Sé qué pensarán. Estoy loca, trastornada, como una cabra. En fin. Lo sé. Pero me da igual. Tengo que contarlo. Tengo que hacerlo. Me liberará. Y a unas malas me servirá para reconciliar mi parte del yo racional, que según mi psicóloga, se resiste a aceptar la verdad, el dolor, la ausencia… Ya.

Mi prometido falleció hace un año en un accidente de moto. No está. No volverá. Lo sé. Y lo acepto. Es duro, lo ha sido y lo será. Pero la vida sigue. Y yo con ella. Para ello me propuse esparcir sus cenizas por algún sitio apartado y tranquilo, que me recordara a él.

Y allí estaba. En un remanso de paz a orillas de un pequeño pantano. Lo vi fugazmente a lo lejos desde la carretera el día que regresaba del entierro. Y pensé, ése es el sitio. Y allí estaba, detrás de la barandilla observando la quietud del agua que suavemente lamía las orillas. Era un día soleado, radiante. Pero allí arriba, tan alto, hacía un viento huracanado. Y así fue como perdí el sombrero. El que me regalara mi prometido en nuestro primer aniversario en una calurosa romería de mayo. Con un golpe de viento salió volando. Se esfumó como él. Lo vi volar llevado por el viento para posarse grácilmente sobre el agua, muy cerca de la otra orilla.

Me apenaba perderlo así. Así que decidí bajar y cogerlo si el viento lo acercaba al borde del agua. Pensé que sería más fácil. Desde arriba así lo parecía. Pero una vez me dispuse a bajar por el lado de la carretera más cercano de la ribera opuesta, no resultó nada fácil.

La pendiente era considerable, de gravilla suelta y abajo del todo había una valla metálica sobre un murete de piedras aglomeradas a ras del suelo. Fui rodeando la orilla junto al muro hasta que se fue ensanchando a modo de pasillo. Me costó bastante. El terreno en pendiente estaba lleno de grandes eucaliptos y sus raíces entorpecían mi avance. Un arbusto aquí, una esparraguera allá, una roca enorme…

Poco a poco me iba acercando a mi ansiado trofeo que ya casi rozaba las raíces que se sumergían siniestramente en el agua. Pero allí el terreno subía abruptamente. Imposible pasar. A menos que saltara el cerco. Sabía que estaba mal, ¿pero quién iba a verme? Sólo sería un momento. Y recé porque no hubiera vacas bravas al otro lado de la alambrada.

Me acerqué al murete. Y cuál fue mi alegría al comprobar que un poco más atrás la tela metálica podía separarse un poco del muro. Lo justo para meterme por allí. No se me ocurrió entonces pensar que lo difícil sería volver a salir por ahí…

Seguí el muro observando a todos lados. Ya me veía sorprendida por alguna vaca recién parida y corneada por la espalda. Pero todo estaba en silencio. Un silencio casi sepulcral. Ni trinos, ni grillos, nada… No lo encontré raro. Tan absorta estaba mirando cómo mi querido sombrero blanco refulgía entre los destellos del sol al borde del agua.

Fue entonces cuando los vi a lo lejos. Agazapada entre el tronco de un eucalipto inmenso y el muro de piedra. Era un grupo de unas diez personas. A primera vista parecían estar reunidas en torno a algo. Todas observaban algo del suelo muy atentamente. Pensé que tal vez fuera un grupo de observadores de pájaros o algo así.  Pero conforme fui centrando mi atención observé ciertas particularidades. Todos estaban quietos, plantados allí sin hablar ni moverse. Y sucios, muy sucios con la ropa puesta de cualquier manera. Y ellas, había algunas mujeres, muy despeinadas. Incluso había una con un bolso bandolera a la espalda, lleno de porquería y barro.

Y un pensamiento fugaz, tan fugaz como intensamente doloroso cruzó mi mente. ¿Y si alguno de ellos había caído al agua? ¿Sería el cadáver lo que miraban en el suelo? ¿Habría alguno haciendo el boca a boca o la reanimación cardíaca al desdichado? Entonces me levanté como un resorte y salí de mi escondite. Tal vez necesitaban ayuda. Ya estaba sacando el móvil del bolsillo cuando un “perdonen, disculpen” salía de mi boca. Dí un par de pasos con el móvil en la mano.

-¿Necesitan ayuda o …- Mis palabras murieron en la boca al verlos girar lentamente la cabeza hacia mí. Todos a la vez. Y los miré estupefacta. Parecían… parecían… ¡Qué demonios! No parecían personas en absoluto. Vi como si de una cámara lenta se tratase cómo se giraban hacia mí levantando sus asquerosas y mugrientas manos.

Entonces lo vi. En el suelo, a sus embarrados pies, un torso ¿humano? Desecho, sanguinolento y repulsivo. Destrozado y abierto en canal. Vacío. Como un cascarón roto. No esperé a ver más. Retrocedí unos pasos y me golpeé con el tronco del eucalipto en mi espalda. Fue cuando ellos se abalanzaron sobre mí. Todos juntos.

Me agaché cogiendo impulso y salí a correr presa del pánico. Logré zafarme del multitudinario abrazo y corrí. Corrí a lo largo del muro buscando la abertura. Miré hacia atrás aterrada. Venían caminando a por mí. Llegué al hueco entre el muro y la alambrada, mas comprendí que no podría salir sin engancharme la ropa con los alambres. Ese ínfimo instante pudo costarme caro. Sentí unas inmundas y hediondas manos palmearme la espalda. Salí disparada. Una vez más me zafaba. Corrí a lo largo del muro esperando ver algún punto por donde saltar.

Mi pecho me dolía. La sangre galopaba en mis sienes. Y comenzaba a faltarme el aire. Las piernas me temblaban como flanes. El muro subía escarpadamente hacia una pequeña colina con encinas.

Me fui agarrando a las piedras del muro  y a la valla para ascender. Eso me dio una tregua. Porque ellos, visiblemente más torpes y lentos se fueron rezagando. Y allí al pie de la subida abrupta apenas ascendían. Pero me causaban pavor tan indescriptible que en lo único que podía pensar era en saltar el cercado y llegar al coche.

Seguí subiendo colina arriba. De vez en cuando miraba hacia abajo. Pero ya no los veía. Pero sí los oía. Entre mezcla de gemido y ronquido intentando subir. Arrastrando pies, tierra y espinos.

Miré el vallado atentamente. Más arriba había una esquina. Podía intentar subir por allí ahora que tenía un respiro. Sudaba a mares. Un sudor frío, glacial y pegajoso. Llegué a la esquina y miré hacia abajo. Ya tampoco los oía. Me subí al murete, me aferré a la alambrada y coloqué como pude los pies en los huecos donde me cabían. Iba a ser duro. A un palmo de subida ya me tiritaban los músculos de brazos y piernas por el esfuerzo. Entonces volví a escucharlos, pero los gemidos no venían de abajo, sino de arriba. Y no eran los mismos que me perseguían colina abajo. Había más. Muchos más.

De un impulso subí otro palmo más. Si no me daba prisa me apresarían los pies. Llegué al borde y los pinchos de la alambrada que coronaba la empalizada se me clavaron en las manos. Sangraba. Y la sangre se mezclaba con el sudor. Y escocía, escocía tanto… Pero en nada de eso reparaba. Sólo pensaba en saltar la condenada valla y en no resbalarme.

Por fin me senté a horcajadas como pude. Y me dejé caer al otro lado. Me desgarré ropa, carne y piel. Caí de culo de cara al muro. Y en ese instante los vi cara a cara. Los vi desesperados intentando meter sus  podridas bocas por los agujeros de la valla metálica. Aferrados con sus garras. Todos en tropel junto a la valla.

Y corrí y corrí. Casi sin resuello hacia mi coche. Sin mirar atrás. Metí las manos en los bolsillos desgarrados. Había perdido el móvil. Ni sabía cómo ni cuándo. Rebusqué con las manos atenazadas por el dolor de los desgarros. Y al fin noté el frío tacto del llavero.

Entré, me senté y cerré todos los seguros. Y lloré. Lloré con temblores e hipidos incontrolables. Como un bebé desconsolado. Cuando logré calmarme me sequé las lágrimas y los mocos. Arranqué y fui hacia la carretera. Mientras me incorporaba a ella miré hacia atrás. Y vi entre los destellos del agua el sombrero blanco en la orilla. Por mi parte, ahí podía pudrirse durante toda la eternidad.♣

 

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Uruk Valandil
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Uruk Valandil

Que bueno. Mandando relatos a escondidas sin enseñarmelos antes…. si es que… habra mas como este?

Uruk Valandil
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Uruk Valandil

Estoy liado con cierto libro … pero ya tengo en mente historias q escribire exclusivamente xa CdL. Paciencia 😛

Mr. X
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Mr. X

Muy bueno Drizza.
Espero con impaciencia más genialidades de este tipo.