TARDE DE SÁBADO (SEGUNDA)

dados-de-rolSiete días, siete. He asistido a clase, he estudiado como un poseso, he hecho mis deberes con entusiasmo y he logrado llegar al sábado con la tranquilidad del trabajo acabado y la conciencia limpia. Listo para unirme a mis colegas y volver a la catacumba maldita.

Esta vez somos cuatro: dimos esquinazo a Fonsi, empeñado en volver para amargarnos la vida. ¿Es que no tiene amigos, acaso? No sería extraño, con lo gilipollas que es. Por si las moscas, esta vez nos reunimos en casa de Mati, donde nos recibe su madre con cara de felicidad. Está encantada con nosotros, parece que echa de menos las visitas y nos trata como invitados de lujo. Se pasa toda la tarde preparando tentempiés y meriendas, y nosotros dándole las gracias con la boca llena.

Jordi vuelve a la carga con su aventura saboteada. Es un máster de los buenos, se lo curra mucho y se nota.

Yo consigo llegar a la sala en la que Fonsi me asesinó a traición, la del cofre oculto que descubro gracias a mis habilidades de ladrón y a un mapa robado al capitán de la guardia. Gracias a mis ganzúas y mi experiencia, la cerradura no resiste mucho y consigo la ansiada llave guardada en el interior del arcón.

Nos disponemos a terminar la aventura entrando en la última sala, en lo más profundo de los subterráneos, pero no tenemos suerte. La llave no abre esa puerta, algo se nos ha pasado por alto. Rober lo intenta con magia, pero no conoce el conjuro adecuado ni encuentra en su mochila un pergamino que sirva; la espada de Dani rebota contra el metal y la puerta sigue cerrada; el hobbit poco puede hacer, salvo buscar resortes o pulcros: nada. Decidimos volver sobre nuestros pasos pero sin rumbo fijo, no sabemos dónde está la pista que nos falta. Damos vueltas y más vueltas, recorremos pasillos ya conocidos, entramos en salas vacías o llenas de cadáveres, lugares ya visitados: nada.

Jordi sonríe, se lo pasa bien viendo cómo nos desesperamos. Yo ya empiezo a pensar que no existe tal pista, que hemos matado a quien no debíamos antes de que nos revelara un secreto, o que hemos destrozado algún objeto con información valiosa. Estamos en un callejón sin salida.

A alguien se le ocurre salir al exterior. Cerca hay un torreón solitario, sin puertas, con un ventanuco en la parte alta. El mago conoce el conjuro de levitación y me eleva hasta el agujero, desde donde lanzo una cuerda para los demás. Entramos, una aparición horrenda nos obliga a luchar por nuestra vidas, que conservamos a duras penas. Descubro una trampilla, el guerrero la destroza y bajamos por un pozo hasta la última sala, a la que accedemos desde el techo.

Ahí está el tesoro, el maldito tesoro que nos ha costado cinco horas conseguir, además de nuestras vidas, pues nadie sabe cómo evitar que la maldición del lugar nos convierta a todos en apariciones horrendas condenadas a custodiarlo para siempre. Fin de la aventura.

No lo hemos conseguido, o sí, según se mire. Jordi se ha superado, qué tío. Lo felicitamos una vez más y le juramos que, en la próxima, otro hará de máster para que él pueda jugar como personaje. Hace como que se lo cree.

La madre de Mati vuelve a la carga, ahora con unos bocadillos: una cena ligera, dice. Nos mira a todos como intentando averiguar quién es el que le hace tilín a su hija. Cosas de madres. Hacemos el último esfuerzo y vaciamos la bandeja mientras charlamos de nuestras cosas. Jordi intenta convencernos por enésima vez de que nos leamos los Mitos de Cthulhu y se lo prometemos por enésima vez. Como estoy liado con Poe, y soy concienzudo para estas cosas, no cumpliré mi promesa hasta que me termine las casi mil páginas de sus “Cuentos completos”.

Peor lo tiene Rober, que acaba de empezar “El Señor de los Anillos”, a su edad. Imperdonable para un amante del rol con tantos kilómetros en sus piernas.

Dani está con Poe, como yo, y promete lo mismo, aunque me da que no va a cumplir, suele dejarlo todo a medias.

Mati es la lectora empedernida del grupo. Es la única que conoce la obra de Lovecraft, aparte de Jordi, y seguramente mejor que él. Es una tragalibros compulsiva, como dice nuestro máster: no hay libro de fantasía o ciencia ficción que no haya pasado por sus manos, ni película que no lo haya hecho por sus llamativos ojos verdes.

Todos fantaseamos con salir con ella, pero todos sabemos que eso no va a pasar. Por lo menos hasta que acabe la Universidad y, después de eso, hasta que le entren ganas de casarse o tener un hijo. Son palabras textuales suyas y a esta chica hay que tomársela en serio.

Nos despedimos de su madre entre bromas. Qué tía más enrollada. Un rato después me despido de mis amigos en la puerta de mi casa. Hoy sí ha sido un día de aventura, hoy sí que hemos luchado codo con codo, hemos sido aliados frente a las dificultades y hemos cooperado para salir adelante.

No, no es la vida real, pero debería serlo.

Adiós, muchachos, hasta el sábado. Cuidaos de los trolls, que La Fuerza os acompañe, o lo que sea. 

J.L. Belloq

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