El cambio de Walter (microrrelato)

I CONCURSO TEMÁTICO DE MICRORRELATOS DEL CÍRCULO DEL LUDÓFAGO

El cambio de Walter

por Sutter Cane

Walter era y siempre había sido, una balsa de aceite.

Cuando su suegro y su suegra lo pusieron verde mientras estaban borrachos el día de su boda, Walter puso su mejor cara. Cuando la hermana de su mujer le dejaba caer velados dardos sobre su falta de ambición, Walter puso su mejor cara.

Era la persona que  en la cola del supermercado, dejaba pasar al señor que solo tenía un producto en la mano, y a los cuatro o cinco que se le colaban. Dejaba pasar incluso en la cola del teatro. Ah, el teatro, qué irrefrenable pasión para él.  Pero Jim y su hermana no querían ir al teatro. La visita semanal al patio de butacas para ver la obra de rigor, excursión organizada semanalmente con completa dedicación por Walter, amante ineludible del teatro era, muy a su pesar, aburridísimo para sus pequeños Jim y Sally. Por lo tanto, Jim, ante la impotencia por la batalla perdida contra su romántico e imperturbable adversario paternal, decidió optar por la estrategia de evasión B, llevarse un par de comics y enfrascar las narices entre sus páginas y esperar que la “Cosa del Pantano” multiplicase la velocidad del tiempo todo lo posible durante la obra y el trayecto en coche, soltando alguna impertinencia cada cinco minutos.

Su hermana, por el contrario, de carácter más luchador, optó por seguir con el plan A establecido, plantar batalla de la forma más agria posible, enfocando su destreza en adquirir durante toda la obra una cara de amargor cargante a más no poder, y protestar con la voz más repelente posible durante cada segundo del evento, para hacer de la excursión  algo completamente insufrible.

Por su parte, Linda, su mujer, cuidaba muy mucho de sobrecargar su oreja derecha con un detallado resumen de sus insulsas experiencias sociales durante el día.

— Papá yo quiero cenar pizza.

— ¡Papá yo no quiero sentarme delante, no puedo jugar con mis muñecas!

— Walter, te lo digo de verdad, a veces parece que no me escuchas…

— Papá ¡Sally no me deja ver el cómic!

— ¡Mentira! ¡Ha empezado él tirándome la muñeca!

— Dios, Walter. Te estoy diciendo que la señora Andrews nos está robando las cartas del buzón y parece no importarte.

Las primeras gotas de lluvia que caían en la luna del coche, se convirtieron rápidamente en una irrefrenable tromba de agua que hizo a Walt activar los limpiaparabrisas del coche en el modo rápido.  Los truenos sonaban a lo lejos.

— Walter, mira cómo llueve, por el amor de Dios. No deberíamos haber salido de casa.

— Papá, me da miedo la tormenta.

Walt acarició la mejilla de su mujer. Mientras, le sonreía con dulzura.

— Amor mío no te preocupes, son cuatro gotas.

Pero el incesante zumbido familiar taladraba su cabeza.

A las 11 de la noche la obra había finalizado, Jim no había sacado sus narices del cómic. Sally había interrumpido todas las veces que pudo su atención, y su mujer, su mujer podría decirse que invento su propia obra mientras Romeo lanzaba sus peroratas a Julieta subida en su torre, vigilada por los Capuleto antes de la tragedia final. Y la cantinela en el coche redobló su intensidad. La esposa enfadada, los niños riñendo entre sí. Y Shakespeare se perdía en el olvido para siempre. Pero Walter, una vez más, suspiró sonriente al límite de su simpatía, devolviendo todo el cariño posible a su mujer e hijos.

Mientras la insufrible monserga continuaba impasible camino de vuelta, Walter notaba cómo el coche se desviaba de golpe a la derecha. Pensó que era por el agua, disminuyó la velocidad, el coche se ladeaba cada vez más. Señal inequívoca: habían pinchado. Así que con el zumbido adherido a sus oídos, bajo la lluvia y con los truenos de fondo, Walter salió y cambió la rueda mientras la agria banda sonora continuaba desde dentro.

De repente, un descomunal flash de luz iluminó todo el coche desde arriba, como si una inmensa cámara les hubiera hecho una foto. Justo un segundo después, un estruendo seco y explosivo sonó cayendo desde los cielos haciendo que los integrantes del coche quedasen sobrecogidos. Walter cayó de bruces. Le había caído un rayo en la cabeza.

Todos quedaron sobrecogidos. Inmóviles y en silencio. Solo se oían las gotas caer sobre el coche.

Sin embargo, para sorpresa de su mujer, que se disponía a salir a socorrerlo cuando regresó de su estupor por el susto, sobre el capó del coche, Walter asomó la cabeza. Las  enormes botas con gruesa suela le habían salvado la vida.

El cuerpo humeante de Walter, se puso de pie mientras su mujer y los niños estaban impávidos.

Al rato, Walt volvió al coche y se sentó al volante. Allí todos callaban.

Arrancó el motor y prosiguió la marcha.

— Walt…es… ¿estás bien?

Walt no respondió.

— Walt…

— Estoy bien. Zorra. ¡Y estaría mejor, si te callaras de vez en cuando una puta vez!

Se hizo el silencio. Paró el coche. Walt volvió la cabeza lentamente y miro a Jim con la mirada extrañamente cambiada.

— Hijo. ¿Te gustan los comics? ¿Te gusta la Cosa del Pantano?

Jim callaba. Walter salió del coche y abrió la puerta donde se sentaba el pobre niño.

— Ven Jimmy, ven. ¿Quieres conocerlo? —le decía mientras lo sacaba del coche sujeto por la solapa del cuello— Yo voy a presentártelo, él vive ahí abajo, ¡ahora lo vas a conocer!

Asiendo al pobre niño en volandas, lo arrojo al húmedo bosque abajo bajo la tremenda lluvia y entre los enloquecidos gritos de terror de la mujer e hijos. Acto seguido dio la vuelta al coche y asiendo a la niña, le dio tres vueltas a la cabeza con la cinta americana y la metió en el maletero del coche para que por fin se estuviera calladita. De paso antes de cerrar el maletero, cogió el hacha que guardaba allí, para mantener entonces una conversación con su mujer. Walter había cambiado su carácter, más saludable ahora, para él, se entiende.♣

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Uruk Valandil
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Uruk Valandil

A Walter le sentó mal la lluvia jajaja 😛

Bellatrix
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Bellatrix

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Bellatrix
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Bellatrix

Después de 5 minutos, de tanta lluvia, me gustó!
Un 6 🙂

Bellatrix
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Bellatrix

Un 5, anulamos el 6

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