por Pluma de Escarcha
Roe que te roe, roe que te roe…
Una figura arrinconada mal formada, susurraba y se inclinaba mientras escudriñaba en una rendija en la pared.
De su espalda asomaba, entre harapos roídos por él mismo, una joroba de lo más escalofriante, de la que supuraba algo amarillento. Tenía los nudillos de las manos encallados, tanto que no era capaz de estirar los dedos totalmente: llevaba demasiado tiempo usando los puños para caminar. Caminar como una rata…
Krack, que se puso el nombre a sí mismo, seguía escudriñando a la que, con un nerviosismo cada vez más inquietante, movía las huesudas manos alrededor del agujero, intentando hacerlo más grande