Crónicas de Elmore – capítulo II (relato)

gm_enanoCRÓNICAS DE ELMORE

por Antonio Carlos Ruíz Borreguero

[leer Capítulo 1 – La Villa enana]

Capítulo 2 – Las Minas Abandonadas

La temperatura era fresca a pesar de que el sol se encontraba ya en lo alto sobre un cielo azul radiante. La suave brisa los acompañaría durante las horas que tardaran en llegar a su destino. Los dos guardias marchaban a la par a paso rápido con los tres jóvenes novicios detrás en fila. El grupo de cinco enanos partió decidido, bajando rápidamente la ligera cuesta que había hasta el puente de madera que atravesaba el barranco helado. Este barranco formaba una defensa natural excelente para el pueblo enano, situado todo a lo largo de la aldea. Mientras atravesaban el puente miraron hacia el precipicio y vieron en el fondo un sendero serpenteante que lo recorría, un viejo camino de entrada a la villa que había dejado de usarse hacía muchos años. Al llegar al otro lado del puente se detuvieron un momento y miraron atrás, hacia el pueblo. Aún estaban allí todos los enanos observándolos en la lejanía. No se retirarían hasta que los perdieran de vista. Cosa que ocurrió poco después, cuando un poco más adelante desaparecieron en un giro del camino tras una ligera elevación cubierta de nieve blanca y reluciente.

Al poco tomaron el sendero que se internaba en las montañas y que corría por entre dos escarpadas paredes de roca. El grupo marchaba en silencio, caminando al ritmo que les marcaban los guardias. Annia miró hacia atrás y observó que sus dos compañeros iban cabizbajos, preocupados.

—Tranquilos, chicos, estamos preparados para afrontar este reto. No creo que el Consejo de Sabios nos enviara a un lugar así si de verdad pensasen que allí correríamos el más mínimo peligro —intentó animar a sus compañeros a la vez que sonreía con aire despreocupado.

—Pero esa vieja mina es peligrosa. Se cuentan historias terribles de ese lugar —respondió Krunn algo temeroso.

—Son sólo eso, historias. No hay que hacerles caso —replicó la joven enana mirando hacia atrás por encima de la lanza que llevaba apoyada sobre su hombro derecho.

—Aun así estoy con Krunn. Hubiera sido mejor que nos hubieran mandado a algún lugar cerca de la costa, o a alguna ría helada, como han hecho otras veces —intervino Nethan.

—Parecéis asustados… ¿es así? —preguntó Annia volviéndose hacia ellos con su continua y segura sonrisa.

—No, no, claro que no —respondieron los dos enanos al unísono.

—Pues vamos… ¡y dejad ya de quejaros tanto! —les reprimió de manera burlona.

Los tres jóvenes volvieron a la marcha rápidamente tras los guardias que se alejaban sin aminorar el paso.

—¿Y tú por qué estás tan tranquila? Se te ve muy segura de que todo irá bien —preguntó Nethan con curiosidad.

—Pues porque sé que todo irá bien. Tengo muchas ganas de superar la Prueba y… —dejó a medio acabar la frase.

—¿Y…? No me digas que aún sigues con esa absurda idea tuya —replicó Krunn.

—¿Qué idea? —preguntó Nethan que no entendía nada.

—Annia cree que una vez supere la Prueba podrá hacer lo que quiera, y una de sus ideas es ir a visitar a nuestros parientes en el lejano sur, a la Villa de Gludin —contó Krunn mientras su prima permanecía en silencio.

—¿A Gludin? Pero eso está lejísimos. La única manera de ir es en barco, viajando durante semanas por mar abierto —explicó Nethan.

—Así es —respondió ella volviéndose nuevamente ante los dos enanos—. Quiero ver mundo. No pienso quedarme para siempre entre estas montañas heladas para acabar convertida en una dependienta de tienda toda la vida.

Después continuó caminando tras los guardias mientras los otros dos enanos se miraban entre sí perplejos.

—¿Lo saben tus padres? —preguntó Krunn echando a andar nuevamente.

—No… y no tienen porqué saberlo. Yo misma se lo diré llegado el momento —respondió su prima sin mirar atrás.

—Está bien, espero que sepas lo que haces —murmuró Krunn.

—Déjalo estar, amigo. Tal vez cambie de opinión —le animó Nethan a su lado.

—Vamos, muchachos, no os retraséis —llamó en voz alta Runant, uno de los guardias que les acompañaban.

En ese momento salieron del desfiladero y se encontraron frente a un amplio valle que corría hacia las tierras más bajas del norte. Estaba todo cubierto de nieve, pero el deshielo se hacía notar ya. Dos corrientes de agua bajaban rápidas y ruidosas de las montañas, confluyendo más abajo para formar un caudaloso río de aguas cristalinas que recorría el valle hasta las zonas más bajas y cercanas al mar.

—Tenemos que cruzar el valle para continuar nuestro camino —dijo nuevamente Runant—. Ya nos queda poco para llegar.

El grupo avanzó por la hondonada a buen ritmo, vadeando ambos arroyos y ascendiendo nuevamente hacia las montañas. Se internaron entonces en un nuevo desfiladero del otro lado, entre paredes de roca y nieve. Comenzaba ya a caer la tarde cuando, tras mucho caminar y varios giros en el camino, apareció ante ellos una gran abertura, alta y oscura, en la pared de piedra. Se encontraban ante la entrada a la vieja Mina de Carbón Abandonada.

Se aproximaron con tranquilidad tras los guardias, y justo al llegar al umbral se detuvieron.

—Ya hemos llegado —anunció Paion, el otro guardia—. Vamos adentro, os mostraremos por dónde debéis seguir.

Se internaron en la montaña y avanzaron por el amplio corredor en un ligero descenso. La luz quedó atrás y la oscuridad los fue envolviendo poco a poco. La temperatura era más cálida allí dentro. Al poco de entrar hicieron un giro a la derecha y la negrura se acentuó sobremanera. Mas sus ojos de enano se adaptaron rápidamente al entorno, por lo que consiguieron ver fácilmente lo que les esperaba más adelante: una cueva redondeada y amplia, con una gran roca en medio, que tenía una salida del otro lado.

—Bien, muchachos, aquí es donde nosotros nos quedaremos —les dijo Runant—. Haremos guardia en esta cueva y esperaremos hasta que volváis de vuestra misión.

—O hasta que decidáis volver —añadió Paion—. Tomad esto. Ojalá no tengáis que usarlo, pero en caso de necesidad no dudéis en usarlo. Nosotros iremos allá dónde estéis.

Entonces el guardia sacó de su zurrón un paquete bien envuelto en un trozo de cuero y se lo entregó a Krunn. El joven enano lo desenvolvió y encontró dentro un cuerno de guerra.

—Como os ha dicho Paion, hacedlo sonar y entraremos a buscaros. Mucha suerte ahí dentro, y sed precavidos en todo momento —y Runant les hizo un afectuoso gesto a modo de despedida que también repitió Paion.

Los tres jóvenes enanos se despidieron respetuosamente de los guardias y se encaminaron hacia el túnel por el que debían continuar con la Prueba.

Se adentraron en el amplio corredor y se percataron que allí nacían unos raíles que se internaban siguiendo el conducto subterráneo; vestigios de antaño del funcionamiento de la vieja Mina de Carbón. Los siguieron durante un trecho hasta que el túnel hizo un giro a la izquierda. Entonces se detuvieron un momento y se miraron entre sí, preocupados.

—Ahora sí estamos solos. Será mejor que empuñemos nuestras armas y vayamos preparados para encontrarnos cualquier cosa ahí dentro —dijo Krunn en voz baja cogiendo su hacha con una mano y el escudo con la otra.

—Esta vez estoy de acuerdo contigo —respondió su prima preparando la lanza entre sus dos manos.

Y su compañero Nethan asintió en silencio colocando su gran hacha en posición, lista para cualquier eventualidad inesperada. Tal vez fuera exagerado entrar así en un lugar supuestamente inhóspito y abandonado, pero el recuerdo de las historias que les habían contado de pequeños sobre aquel sitio pesaba más que el silencio que les rodeaba, un silencio tan inquietante como la invisible oscuridad que les envolvía.

Anduvieron durante un buen rato siguiendo el camino que les indicaban las vías en el suelo, sin sobresaltos, sin ruidos, sin nada, hasta que de repente salieron del pasadizo y se encontraron frente a una grandiosa cueva. Por unos momentos quedaron perplejos ante lo que veían, una caverna majestuosa y amplia, muy grande y muy alta, que les transportaba a tiempos pasados cuando cientos de enanos trabajaban allí duramente a diario, algo que los enanos adoraban. Las vías allí se dividían en dos caminos, y después en otros más, recorriendo los restos antiguos de la actividad en la mina que aún permanecían en pie. En la parte alta pudieron ver varias pasarelas de madera magistralmente construidas que aún se mantenían en su lugar, firmes e incorruptas, atravesando la cueva de un lado a otro, y los jóvenes enanos se preguntaron cómo podrían llegar allí arriba. Tal vez más tarde podrían subir a verlas, pero ahora debían continuar con su cometido.

—¡Qué silencio! Parece que la mina está realmente abandonada y vacía —murmuró Krunn en voz baja.

—Claro, ¿qué esperabas? —le replicó Annia.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Nethan mirando a sus compañeros.

—Vayamos hacia esa torre de madera junto a la pared, podría ser un buen sitio para comenzar nuestra búsqueda —contestó Krunn y sus compañeros asintieron.

Fueron hasta la torre, en la parte derecha junto al muro. Allí se encontraron con una vieja vagoneta aún sobre los raíles. También había picos y palas tirados por el suelo junto a otras antiguas herramientas de trabajo, abandonadas a su suerte. El paso del tiempo las había cubierto de polvo y no parecía que nadie las hubiera tocado en décadas. Guardaron entonces sus armas y comenzaron a inspeccionar la zona.

—¿Os habéis preguntado qué es lo que debemos encontrar para superar la Prueba? —preguntó Nethan mientras revisaba las viejas herramientas de trabajo.

—¡Todo el rato! Supongo que algún tipo de mineral, igual que hicimos ayer en la Mina Abierta —respondió Krunn.

—Tal vez esto pueda ser uno de esos minerales —inquirió Annia mirando dentro de la vieja vagoneta. Sacó una roca negra de su interior y lo mostró a sus compañeros—. Aún hay carbón aquí dentro —dijo esbozando una amplia sonrisa.

—¡Genial! Eso nos valdrá. Ya tenemos el primero conseguido. Guarda un poco en este bolso de cuero —dijo Krunn pasándole un pequeño saco marrón.

—Parece que esto va a ser más fácil de lo que imaginaba —apuntó la enana mientras guardaba el carbón en el zurrón.

—No te precipites, todavía nos faltan dos más por encontrar —replicó Nethan mientras buscaba entre los escombros, rodeando la torreta de madera. Entonces vio algo allí detrás—. ¡Mirad! Hay un túnel que parece ascender ahí delante. ¿Qué tal si subimos? Seguramente nos lleve a las pasarelas de allí arriba.

—Aún no. Apenas hemos comenzado a explorar esta gran caverna. Tal vez encontremos algo más aquí abajo —dijo Krunn pensativo.

—¿Y si vamos al otro lado? Parece que allí hay otra vagoneta. Podría haber también algo dentro que nos valiera —expuso Annia, echando a andar sin esperar la respuesta de los otros dos.

Ellos se miraron entre sí un instante, se encogieron de hombros, y después la siguieron hasta el otro lado atravesando la gran caverna. Por un momento habían olvidado toda precaución, enfrascados en su tarea como estaban. El atisbo de peligro permanente había sido aparcado ante la búsqueda de su objetivo común.

—Aquí parece que sólo hay carbón —les dijo la enana revolviendo las negras piedras de la vagoneta con su lanza, pero sin encontrar nada más—. Debemos buscar en otro sitio.

—Voy a mirar ahí enfrente —dijo Nethan acercándose a la pared norte en la que había un gran agujero oscuro y polvoriento.

Krunn examinó mientras varias herramientas rotas y herrumbrosas que encontró en el suelo, ninguna en condiciones de poder usarse por lo deterioradas que estaban.

—Aquí dentro no hay nada que nos valga. Parece que hubo un derrumbe tiempo atrás y la galería quedó taponada —explicó Nethan al salir del túnel.

—Vayamos por ahí —señaló Annia hacia otro amplio túnel en el extremo oeste de la cueva—. Los raíles van en esa dirección y quizás encontremos algo interesante en aquella zona.

La enana se encaminó hacia allí con Nethan detrás. Krunn, que permanecía en pie escuchando los sonidos del lugar, partió tras ellos tranquilo después de no escuchar nada diferente al eco de sus pisadas sobre la dura piedra del suelo.

Avanzaron por el nuevo conducto siguiendo las vías, sin temor a encontrarse nada peligroso más adelante. Sus pasos les llevaron a una nueva cueva, más pequeña, en la que había otros dos conductos en una esquina y un montón de escombros frente a ellos. Se acercaron a inspeccionarlos aunque no tuvieron suerte esta vez.

—Nada, aquí no hay nada, sólo piedras inservibles —dijo la enana dando un puntapié a una roca suelta que fue a parar a la pared opuesta.

—Ya te dije que no sería tan fácil —contestó Nethan mirando dentro de uno de los agujeros.

—Tened paciencia. Seguramente tendremos que dar muchas vueltas antes de lograr todo lo necesario y poder volver a casa —manifestó Krunn acercándose al otro hueco.

—Bah, no debe ser tan difícil, sólo que no estamos buscando en el lugar correcto —comentó Annia intranquila—. Deberíamos seguir avanzando.

—Aquí tampoco hay nada. Este agujero está tapiado —dijo Nethan saliendo de nuevo a la cueva—. Yo creo que deberíamos volver a la caverna de antes y subir por la otra rampa a la parte alta.

—¿Volver atrás? ¡Qué tontería! Mejor ir adelante.

—¿Y por qué es una tontería? Yo digo que debemos subir, habrá lugares inexplorados ahí arriba —replicó Nethan a la enana.

—Haced lo que queráis, pero yo voy a seguir adelante —espetó Annia echando a andar de nuevo.

—¡Espera! —exclamó Krunn que salía del otro hueco de la pared.

—¿Has encontrado algo? —preguntó su prima volviéndose para mirarlo.

—No, pero creo que no deberíamos separarnos. Este es un lugar peligroso como para andar solos por ahí —expuso Krunn.

—Ufff… está bien. ¿Y por dónde vamos? —preguntó Annia irritada.

—Pues…

—Shhh… —interrumpió Nethan—. Guardad silencio —dijo con voz queda, casi susurrando—. Escuchad.

Los tres enanos permanecieron callados unos momentos, atentos a cualquier sonido que pudiera haber en medio de aquella quietud.

—No oigo nada —susurró la enana—. Tal vez fuera el viento.

—No, he oído algo… pero ahora no consigo escucharlo —respondió Nethan casi silencioso.

—¿Estás seguro? —intervino Annia nuevamente.

—¡Sí! —exclamó Krunn en voz baja— ¡Lo acabo de oír! Es como un repiqueteo… creo que viene de allí —dijo señalando hacia el frente.

—¡Eso es! —respondió Nethan empuñando su arma.

—Por donde yo dije —susurró Annia irritada, y también empuñó su lanza—. ¡Vamos! —y los dos enanos le siguieron los pasos.

Avanzaron despacio por el pasillo y entonces pudieron escuchar claramente aquel sonido; era como si alguien estuviera picando en la roca allí dentro. Se aproximaron al final de aquel túnel y vislumbraron otra cueva, circular y alta, como un cilindro. Había una rampa a la derecha que ascendía por las paredes de la cueva y que daba a un puente colgante que la atravesaba más arriba. Pero su atención se fijó más abajo, pues también había una cuesta que descendía a un suelo inferior al que estaban, y era de allí de donde venían los claros sonidos que escuchaban.

Se asomaron al borde de la pared inferior y vieron la causa de aquel repiqueteo continuo: ¡un goblin! Había un goblin allí abajo golpeando sin cesar en la pared de piedra. Se echaron hacia atrás para no ser vistos y se miraron entre sí preguntándose qué hacer. Pero Annia no lo dudó un solo instante y comenzó a descender lentamente por la rampa, por lo que a sus compañeros no les quedó más remedio que seguirla. Una vez abajo se acercaron poco a poco al goblin por detrás, rodeándolo, pero éste al sentirlos se giró.

Un chillido estridente inundó la alta cueva. La criatura dio un grito de sorpresa al encontrarse a tres enanos armados cerniéndose sobre ella. Instintivamente intentó escabullirse y huir.

—¡No dejéis que escape! —gritó Annia.

El goblin probó por el lado de Nethan, y después por el lado de Krunn, pero era imposible, aquellos enanos lo habían sorprendido mientras estaba solo, y no lo dejarían marchar. Sacó su arma, una espada corta de filo desigual, y se encaró con sus enemigos.

Annia atacó la primera tratando de alcanzar al goblin con su lanza, pero la hábil criatura la esquivó, golpeando después el arma que cayó al suelo. La joven enana se asustó al verse desarmada ante su pequeño adversario y el goblin atacó sin pensárselo dos veces. Mas se encontró con el escudo de Krunn que se interpuso en su camino y le bloqueó el golpe. Entonces el enano contraatacó con ferocidad y consiguió alcanzar a la criatura en un brazo, de refilón. Apenas le hizo un leve corte, pero fue suficiente para hacerle perder la concentración y que no consiguiera desviar a tiempo el ataque que le venía por el otro lado a cargo de Nethan. El golpe le atravesó la débil coraza y le dio de lleno. Estaba perdido, y lo sabía, y no pudo más que dar un último chillido estridente antes de que su cuerpo cayera al suelo inerte.

Tras el corto combate los enanos se miraron aún nerviosos por la experiencia que habían vivido. Ninguno se esperaba algo así al ser enviados a aquel sitio, no se esperaban ningún tipo de peligro, sin embargo habían vivido una auténtica experiencia de combate real ante un adversario real. No podían creérselo.

—¿Estás bien? —preguntó Krunn a su prima.

—Sí, claro. ¿Cómo no voy a estar bien? —respondió aparentemente tranquila, aunque aún se le notaba el nerviosismo en su voz—. Estoy bien, no ha sido nada.

—Ha sido temerario, y peligroso. Deberías pensar más las cosas antes de actuar —le reprochó.

—¡He dicho que estoy bien! —espetó ella desafiante—. Míralo de esta manera: ya podemos contar una buena historia al volver al pueblo —dijo con una sonrisa fingida mientras recogía su arma del suelo—. ¡Ha sido intenso!

—Intenso y peligroso —añadió él sin desviar la mirada severa de su prima.

—Dejadlo ya y venid a mirar lo que estaba haciendo el bichejo este. ¡Oro, ha encontrado oro! —exclamó Nethan señalando hacia un pequeño hueco en la pared.

—Saquémoslo, y ya sólo nos quedará una cosa más que encontrar —dijo ella acercándose al goblin. Se agachó y comenzó a registrar el cuerpo de la criatura. No tenía nada de valor, pero algo se le ocurrió—. Mmm… ¿y si llevamos el arma de este bicho como el tercer objeto que debemos encontrar?

Nethan golpeaba la pared con un pequeño pico para intentar sacar la piedra dorada de allí y no oyó lo que Annia decía, pero Krunn se quedó pensativo unos instantes hasta que dio una respuesta afirmativa a su pregunta.

—¡Ya la tengo! —dijo seguidamente Nethan mostrando la piedra a sus compañeros.

—Perfecto. Ya podemos irnos…

Pero otro chillido interrumpió las palabras de Annia, un nuevo chillido estridente como el de antes que venía desde un lugar más alto. Los tres miraron hacia arriba y vieron otro goblin asomado que les observaba, echando después a correr por la rampa arriba.

Los enanos no se lo pensaron dos veces y salieron tras el bichejo con rapidez. La criatura corría y chillaba, lejos de su alcance, aunque le recortaban la distancia poco a poco. El goblin atravesó el puente colgante y se internó en un pasillo superior. Los enanos iban a atravesar también el puente, pero Krunn, que marchaba el primero, les hizo parar justo al borde.

—¡Parad! ¡Parad! —gritó bloqueándoles el paso—. Escuchad.

Un murmullo creciente de ruidos y gritos inundó poco a poco los rincones de aquel sitio, chillidos que ya conocían muy bien. Los tres compañeros se miraron con caras asustadas. Aquello no pintaba bien y tal vez fuera el momento de marcharse de allí. El eco del sonido de muchos pies corriendo llegó hasta ellos.

—Vámonos de aquí… ¡YA! —gritó Krunn.

Los tres enanos pusieron pies en polvorosa sin dudarlo ni un instante. Se perdían en el túnel inferior cuando un grupo de goblins aparecía en la parte superior y comenzaba a atravesar el puente colgante. Tendrían que correr mucho si no querían tener problemas serios.

Krunn marchaba el último y se giró un instante al salir de aquel corredor, viendo la siluetas de innumerables criaturas entrando por el pasillo que ellos acababan de abandonar. No se lo pensó dos veces.

El fuerte sonido de un cuerno recorrió cada galería y cada rincón de la Mina Abandonada, hasta que se perdió en la lejanía de los infinitos ecos que producían las paredes de piedras.♣

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