TARDE DE SÁBADO (DÉCIMOTERCERA)

dados-de-rolDespués de la última tarde, pasamos la semana en otro sinvivir desde que Rober nos ha propuesto pegar unos tiritos. Como andamos de exámenes y no podemos estar tanto tiempo como siempre, decidimos, responsables que somos, no jugar a Wolfenstein y aprovechar para reírnos un rato con un juego hecho para eso: Serious Sam. Hasta el nombre tiene gracia.

Con todos los ordenadores conectados a la wifi en el sótano de Rober, y con su hermano y el colega vicioso de la otra vez, elegimos personaje y nos tiramos a la arena a pegarnos tiros, misilazos, zambombazos y lo que haga falta, todo en plan salvaje. Esto no es Wolfenstein, aquí no se piensa, se actúa. Disparar, correr, volver a disparar, saltar y volver a correr y a disparar… es frenético y estresante; o desestresante, según se mire.

Yo me he pillado un personaje negro, con pelo a lo afro y traje rosa brillante, en las antípodas de un tío que quiera camuflarse. Pero aquí da igual: entre tiro y tiro, puedo distinguir al fondo un esqueleto con un trabuco persiguiendo a un tipo con vaqueros y camiseta blanca que no para de saltar para esquivar los perdigonazos; cerca de ellos pasa un extraterrestre verde fosforito que no les hace ni caso, seguramente porque va ansiado a buscar el lanzamisiles que he visto antes por ahí. Pero el mejor de todos es uno vestido de Papá Noel, rojo y blanco, con gorro y todo, cargado con un cañón de barco debajo del brazo, que lanza bolazos que lo machacan todo. Yo me dedico a saltar sobre unos jumpers muy divertidos, que me lanzan a cincuenta metros de altura, y desde ahí intento darle a alguien.

Un espabilado se pone a saltar conmigo y nos lanzamos cuchilladas al cruzarnos en el aire, uno subiendo y otro bajando, pero es difícil acertar y al final nos mata el aprovechado del Papá Noel desde abajo, haciendo tiro al pichón.

Aquí, cuando mueres y vuelves al juego, tú único pensamiento es ir a por el tío que te acaba de apiolar, y lo que más fastidia es que otro llegue antes que tú. A esas alturas juegas ya en modo psicópata, disparando a diestro y siniestro, ignorando estadísticas y buscando el más difícil todavía, o el más bestia, o el más cachondo. El caso es reírse y descargar tensiones durante un par de horas.

Al acabar, paramos a comentar los mejores momentos, como en las tertulias de fútbol. Como el que lanzó las granadas dentro de una habitación y luego se dio cuenta de que no podía salir; o el que barrió a tres de una tacada con un bolazo; o el episodio de los dos saltando y dándose caña al cruzarse en el aire -¿de qué me suena eso?-. O como Dani, con el récord absoluto de muertos y el de mayor número de insultos recibidos.

– ¡Dani, serás cabrón, déjame en paz ya!

– ¡Dani, te odio, como te coja no te va a reconocer ni tu perro!

– ¡Mecagoentodo! ¿Cómo lo haces, mamón, que no te doy ni una?

Cuando ya nos hemos desahogado todos y la adrenalina vuelve a sus niveles normales, un irresponsable propone una partidita –“sólo una, pequeñita, ¿eh?”– de Left4Dead. Sí, claro, a ver quién tiene narices de jugar una sola e irse tan fresco a casa.

En cinco minutos estamos cuatro de nosotros huyendo de las hordas de zombies y los otros cuatro intentando comernos junto con cientos de muertos vivientes más. Entre el que te vomita un líquido asqueroso que te quema, el que te atrapa con la lengua y te lleva con él o el que explota y te pringa de sangre putrefacta que atrae a todos los malos sobre ti, la cosa está más que divertida (!!), sobre todo por las avalanchas de zombies histéricos que nos persiguen todo el tiempo. Esto sí que es de infarto: protagonizamos una peli de George A. Romero que se convierte a ratos en “28 días después”. El caso es correr y correr y buscar la salida como desesperados mientras caemos y nos ayudamos a levantarnos unos a otros: es emocionante cuando un compañero cae herido y tienes que retroceder para echarle un cable, o cuando estás hecho polvo y otro te da su kit médico porque sí. Intentamos colaborar para salvarnos todos o ninguno; si no, no vale. No es juego para individualistas.

Dos horas más tarde hemos muerto comidos por otros muertos un sinfín de veces. Y nos hemos comido a un montón de vivos otro montón de veces. Menos mal que no te mueves de la silla, porque entre unas cosas y otras hemos corrido una maratón completa, lo menos.

Como prometimos no liarnos, lo dejamos ahí. Hoy no hablamos de libros, sino de pelis, de zombies, claro. Tenemos amantes de los clásicos, los de andar lento pero inexorable, que acababan siempre rodeando a los protagonistas atrincherados en el interior de una casa. Otros preferimos los “infectados” de “28 días después”, “28 semanas después”, “Amanecer de los muertos” o “La horda”, los zombies histéricos que te persiguen a la carrera sin darte tiempo a pensar.

Como suele pasar con este tema, entramos a discutir cuáles son mejores y por qué, pero Mati, experta oficial en el asunto, disuelve la reunión con un “se acabó, dejaros de chorradas que estamos de exámenes”. Justo cuando hemos recogido todo y nos estamos despidiendo en la puerta, suelta un “y que conste que los mejores son los de ‘28 días después’, y chitón; hasta la semana que viene, os veo la tarde del sábado”.

JLBelloq

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Uruk Valandil
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Uruk Valandil

Que buenos recuerdos el Serious Sam!!! Que de risas con las bufaladas y los navajazos. Ainsss nostalgiaaa 🙂

Mr. X
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Mr. X

Y si nos ponemos a hablar de anécdotas del Duke Nukem, ni te cuento…