TARDE DE SÁBADO (PRIMERA)

dados-de-rol

– ¡Ataco a mi compañero por la espalda! Le suelto un hachazo, para que se entere…

– ¿Y eso por qué? – dice Jordi-

– Porque me da la gana… y porque quiero su casco y su espada.

– Ya estamos otra vez, Fonsi, eres un cabrón.

– Claro, soy un guerrero renegado caótico, estoy en mi papel. Haber estado más atento, pardillo.

El pardillo soy yo, claro. No siempre me toca a mí, pero eso da igual, la partida pierde interés cuando un colega muere y se tiene que quedar mirando sin hacer nada el resto del tiempo. El rol es así, cada uno es libre de actuar como quiera, pero Fonsi no se divierte, sólo quiere dar la nota, aún a costa de fastidiarnos a todos. Jordi se desespera:

– Vale, tío, siempre lo mismo. Tira un d20… ¡joder, dieciocho, encima! Pelu, no puedes aplicar el bonificador del escudo, te ha dado por la espalda. Y el daño es doble, ya lo sabes…

El máster tira el dado de daño, un d8 para el hacha:

– Seis por dos, doce. Estás muerto, Pelu, lo siento. El guerrero te ha liquidado. ¿Y tú, Fonsi, cabrón, qué vas a hacer ahora?

– Está claro, le quito el escudo y la espada y, ya puestos, el oro y lo que llevara encima. A ver… una caca, me llevo sólo el oro.

– Y yo me dejo desangrar en el suelo mientras pienso una maldición.

Ya estoy muerto, sólo me queda reírme un poco para no cabrearme. Toda la semana esperando para pasar la tarde del sábado con mi grupo de rol y me la tiene que fastidiar este idiota.

Jordi continúa la partida, es su tarea, los demás jugadores están ahí con sus personajes y hay que atenderlos. Pero ya se ve que esto va a durar poco: los tres que quedan se unen contra el ladrón de Fonsi, que huye. Lo atrapan junto a la muralla, donde un guerrero elfo, un mago salvaje y un hobbit furioso lo dejan hecho migas. Me han vengado, pero con dos jugadores menos la aventura es muy sosa. Yo intento animar:

– Ahora que estoy desangrado, me dejo comer por los gusanos.

– Pues yo voy a donde el Pelu y mato los gusanos que se lo comen – dice Mati –

– Y yo me como los gusanos que se comían al Pelu y que mató la Mati.

– Y yo me como un filete de Fonsi.

Esto es un cachondeo, ya ha degenerado del todo. Jordi se tira de los pelos. Llevaba tres semanas preparando la partida y en menos de dos horas se ha ido al carajo.

Al menos, al final nos reímos un rato. Me fijo entonces que Fonsi no ha vuelto del baño, se ha largado. Nos ha jodido y se ha pirado a su casa sin dar la cara. Una joya de compañero.

Decidimos con Jordi volver a repetir el sábado siguiente, pero sin el aguafiestas. Alguien saca la caja de “Las mansiones de la locura”, y en media hora tenemos montada una partida para compensar la frustración y rematar la tarde con un poco de acción.

Al final, el Shoggoth nos alcanza, morimos todos en la catacumba bajo el jardín, y los seguidores de Cthulhu se hacen con el libro de invocaciones con el que podrán, al fin, despertarlo de su letargo en el fondo marino.

Pero a quién le importa. Vuelvo a casa satisfecho, con la emoción de haberme sentido héroe por unas horas. Héroe muerto, pero héroe.

Camino solo. El calor de la habitación de Jordi deja paso al frío de la calle. Me subo la capucha, me abrocho el cuello, meto las manos en los bolsillos de la sudadera. El vaho me acompañará todo el trayecto hasta mi casa; el vaho y mis pensamientos.

La fantasía aún no me ha abandonado. Siento que sigo moribundo en la catacumba, junto a los cadáveres de mis amigos y de mis enemigos, y veo cómo el Shoggoth se alimenta de carne recién muerta y desaparece y sólo queda un acólito, el único capaz de tomar el libro maldito y huir con él. Lo veo desde el suelo, donde siento que la vida ya no es uno de mis atributos. Con mi último aliento y el último latido de mi corazón, levanto mi pistola y disparo. El acólito muere en plena euforia y aún sonríe, pero no por la sorpresa. Sus ojos expresan… desesperación. El triunfo final es mío, no suyo. No queda nadie para leer el libro, nadie invocará a Cthulhu esta noche. La guerra sigue, pero esta batalla la ha ganado la Humanidad gracias a mí.

Este final mola más, me lo quedo. Sonrío y hasta siento menos frío.

Llego a la puerta de mi casa. La fantasía termina en este umbral. Estoy en la realidad otra vez, pero volveré.

J.L. Belloq

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