2º relato (de 6) concursante del V Concurso de microrrelatos -Noche de Difuntos 2019-

LA MUERTE, ¿ES EL FINAL?
Alberto Proenza


Apagó la televisión y se sentó cuidadosamente en aquel sillón marrón.  Uno de esos sillones antiguos, desgastados con el tiempo y cubierto en el reposacabezas con un pequeño tapete blanco.

Sacó de una caja, como quien ha encontrado un tesoro, una pipa de fumar.  El brillo de sus ojos mostraba la emoción del momento.  Tenía entre sus manos aquello que tanto había soñado.  Cogió tabaco, la preparó y comenzó a fumar.  Aquella primera bocanada de humo le supo a gloria.  Notaba el humo dentro de su cuerpo y sintió que el espíritu de Sherlock Holmes lo invadía.  Mientras sostenía la pipa con su mano izquierda, vio como de la diestra todavía brotaba algo de sangre.  Miró a un lado y como quien susurra al oído de su amada comenzó a hablar.

-Ves, querido amigo, al final nos volvemos a encontrar.

Su mirada se volvió altiva e incluso se apreciaban resquicios de odio.  Recordó aquellos años en los que intentó estar a su lado, lo seguía en todos sus casos e incluso archivó todos los recortes de periódico en los que él salía, pero siempre encontró su indiferencia.  Durante su funeral, empezó a perpetrar su plan.  Lo había idolatrado de tal manera que aunque muerto, juró que iba a estar a su lado.

Y allí lo tenía.  Cinco días después de su muerte.

Se levantó y fue hacia el cuarto de baño.  Cogió una toalla y se envolvió la mano para intentar parar la sangre que salía de la herida que se había hecho la noche anterior en el cementerio.  La lápida se había roto en dos y al caer le había rajado la mano.

Entró en el dormitorio y se desnudó.  Abrió el armario y eligió cuidadosamente que ropa ponerse.  Comenzó a ponérsela, saboreando el momento.  Su piel se erizó al notar el roce de las prendas.  Cuando terminó se miró al espejo y esbozó una pequeña sonrisa.

Volvió al salón y ocupó de nuevo el sillón.  Cogió la pipa y encendió nuevamente la televisión.  El informativo solo habla de un tema, la profanación de la tumba de Sherlock Holmes y el robo de su cadáver.

Se sentía invencible.  Su plan había salido como esperaba y aunque nadie supiera su nombre se hablaba ahora tanto de él, como hacía unos días del investigador.

El olor putrefacto comenzaba a invadir la habitación.  El cadáver que yacía a su lado tumbado sobre el sofá empezaba a tener síntomas de descomposición.  No le importó, él estaba inmerso en la televisión.  En todos los canales la misma noticia, la misma intriga, el mismo comentario, el cadáver de Sherlock Holmes había desaparecido.  Nada se sabía, todo eran elucubraciones y sospechas.

Volvió a fumar.  Cada vez que humo invadía sus pulmones su sensación de poder aumentaba.  Todavía le costaba creer que estuviera sentado en el mismo sillón que hasta hace unos días ocupaba Sherlock Holmes y este estuviera, aunque muerto, a su lado.

Sintió unos golpes en la escalera y salió del estado casi de euforia que tenía.  Los golpes cada vez se sentían más cerca y cuando quiso darse cuenta un fuerte estruendo derribó la puerta.

– Tírese al suelo, tírese al suelo está usted detenido.

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