LA MUERTE, ¿ES EL FINAL?
Alberto Proenza
Apagó la televisión y se sentó cuidadosamente en aquel sillón marrón. Uno de esos sillones antiguos, desgastados con el tiempo y cubierto en el reposacabezas con un pequeño tapete blanco.
Sacó de una caja, como quien ha encontrado un tesoro, una pipa de fumar. El brillo de sus ojos mostraba la emoción del momento. Tenía entre sus manos aquello que tanto había soñado. Cogió tabaco, la preparó y comenzó a fumar. Aquella primera bocanada de humo le supo a gloria. Notaba el humo dentro de su cuerpo y sintió que el espíritu de Sherlock Holmes lo invadía. Mientras sostenía la pipa con su mano izquierda, vio como de la diestra todavía brotaba algo de sangre. Miró a un lado y como quien susurra al oído de su amada comenzó a hablar. seguir leyendo