TARDE DE SÁBADO (SÉPTIMA)

Me escabullo entre los restos humeantes de un camión, agachado y con el arma a punto. Voy solo, Rober se ha adelantado para despejarme el camino, es el único compañero que me queda vivo, los otros están hechos cachitos por un certero bazookazo del cabrón de Dani.

Oigo disparos en el almacén, por donde vi entrar a mi colega. Me llama, se ha cargado al tío del bazooka, pero ni rastro de los otros tres, que nos estarán buscando por otra parte, ignorantes de que hemos usado el paso secreto por los tejados. Estamos en el objetivo, los nervios me matan, coloco la dinamita y activo el temporizador mientras mi teniente vigila la entrada. Me doy toda la prisa que puedo, la adrenalina corre a chorros por mis venas, los preparativos tardan una eternidad y ya podemos oír al otro equipo, los tenemos encima.

Le hago la señal a Rober: la bomba está activada, ya solo tenemos que sobrevivir un minuto hasta que explote y lo reviente todo y habremos ganado. Le veo lanzar todas las granadas que lleva encima a la puerta del almacén, y oigo a Fonsi cagarse en todo: le ha dado, sólo quedan dos. Una bala me deja sin compañero, que ya estaba en las últimas; ahora tengo que defender la bomba yo solo contra dos soldados aliados que vienen a por mí con todo lo que tienen. Entran a saco, uno por cada lado; el ingeniero enemigo se me echa encima y le suelto una ensalada de tiros a bocajarro.

¡Dios, el Pelu me ha jodido, está detrás de la columna, a la derecha! ¡Corre, que va a estallar ya!

Tengo que sobrevivir unos segundos más, pero si sigo escondido en el mismo sitio no lo voy a conseguir: me tragaré una granada y habremos perdido por los pelos. Abandono mi protección y me lanzo a por el último enemigo. Es el médico, vaya por Dios, tendrá la vida al completo y yo estoy al borde de la muerte, esto va a ser misión imposible. Sin embargo, la suerte está hoy conmigo, se le han acabado las balas y se abalanza sobre mí cuchillo en mano, a la desesperada, y me lo cargo justo cuando lo tenía pegado. Lo veo morir delante de mi cara y la bomba estalla a un metro, pero hemos ganado.

En el mundo real, el  equipo entero se levanta de las sillas como un resorte, para celebrarlo entre gritos y risas; ha sido un final adrenalítico y todos se desahogan como pueden.

-¡Qué bueno, Pelu! Ya no daba un duro por ti, cómo has aguantado, tío.

-Sí, pero menos mal que se quedó sin balas.

-Ya, sí, pero es lo que tiene el médico: mucha vida, poca munición.

-Venga, dejaos de rollo, que vamos a por otra y os vamos a petar a base de bien.

-Eso mismo dijiste antes, también…

Y, sin tiempo para comentar la jugada, ya estoy con mis tres compinches ocupando posiciones para defender el almacén que ahora tienen que destrozar los otros. Y, en el subconsciente, todos damos gracias al Dios de los Videojuegos por haber creado Return to Castle Wolfenstein, el mejor juego de tiros de la historia, con permiso de Duke Nukem, Serious Sam, Soldier of Fortune o Call of Duty.

Ahí nos pasamos horas sin cuento, en el sótano de Jordi, adonde hemos llevado los ordenadores con el coche de Rober. Es un trabajo montarlo todo, conectados al router wifi, juntos en la misma sala sin la frialdad del juego online, pero aquí podemos ver la cara del tío al que acabamos de fundirnos, oírle despotricar contra todo, comentar las jugadas maestras y reírnos mucho juntos. A ver, ¿quién dijo que los videojuegos no favorecen la comunicación?:

-¡Fonsi, me cago en ti, como te pille te voy a meter ese rifle de francotirador por donde no te digo!

¡Ziuuuuu, pumba! -¡Joder con el Dani, ya van tres veces que nos pilla en bragas con el puñetero bazooka!

-Ya sabéis lo que se dice: equipo unido, equipo churrascado.

-(Se van a cagar, en cuanto pase uno por la puerta lo voy a poner bonito)

-¿Qué? ¿Por la espalda? ¿No se supone que me estabais cubriendo, pandilla de inútiles? ¡Vaya equipo de mierda!

-(Bien, lo han dejado sin vigilar, pongo la bomba y me piro y a ver cómo corren. ¡Mierda, no, se quedó uno escondido! Estoy muerto, y el médico perdido a saber dónde, esto me pasa por ansiarme)

-¡Escuchadme! Voy a entrar yo por arriba y vosotros por la puerta, uno por cada lado. Primero bombardeamos el patio, por si acaso, y el médico que se quede atrás, para curar al ingeniero si le dan y… ¡bah, da igual! ¡¡todos a saco!!

Las tardes de sábado pegando tiros son otra cosa: acabamos agotados, los ojos inyectados en sangre, hartos de correr, saltar y disparar y, por supuesto, de reír sin parar. Esto es casi una terapia. Después de varias horas matando gente y destrozando cosas, huyendo despavoridos, rodeados de explosiones y enfrentados a la muerte incontables veces, aunque sea todo virtualmente, se queda uno de lo más relajado y más suave que un guante. Esto cura la neurosis, las paranoias, la ansiedad y la depresión en una sola sesión. Después, sólo te quedan ganas de echarte a dormir o de sentarte al fresco de la noche a charlar un rato de tonterías.

Hoy llego a mi casa como un zombie y caigo redondo en la cama. Aún con los ojos cerrados sigo viendo los flashes de las balas y los bombazos, y en mi cabeza retumban todavía los ¡bang, bang! ¡ratatatatatá! ¡ziuuuuuu, pumba! ¡tic, tac, tic, tac, booooooom! y todo ese escándalo. Me acuerdo entonces de que tengo puesta la alarma del móvil: lo cojo de la mesilla y, al pulsar en la pantallita táctil, me veo activando la bomba nuevamente y vigilando la puerta de mi habitación por si entra un soldado histérico metralleta en mano.

J.L. Belloq


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Uruk Valandil
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Uruk Valandil

Dios que bueno!!! Que de recuerdos me trae esta historia. Gracias x hacerme reir y sonreir sin parar mientras la leia jejeje… a ver cuando repetimos!!!! 🙂

Mr. X
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Mr. X

De cada una de las batallas se podía escribir un relato, un cómic, una película, una serie de anime… que se iban construyendo solas a tiempo real.
Lástima que no existiera algo para automáticamente convertir cada una de esas batallas en cualquiera de los formatos anteriores… me compraría la versión tapa rígida-versión extendida-director cut-y todos los capítulos y las OVAS.

Peeeero como eso no existe, tiraremos de Toxic_bubble.