Cuentos del gato disecado (II)

por Sutter Cane

El gato disecado

El gato disecado

Fue como el flash de una fotografía que te hacen mientras estás dormido, como una bomba nuclear que explota mientras tú estás con los ojos cerrados en brazos de Morfeo, y de repente te despiertas con todo en plena calma, pero con esa sensación de que ha ocurrido algo de una contundencia cegadora.  Era como si hubiera explotado una bomba en el techo de la casa, sin haber provocado daños.

Raymond se incorporó de un salto temiéndose cualquier catástrofe y se asomó a la ventana. Todo estaba en plena calma. Era una noche tranquila y cálida de verano. Fuera los insectos nocturnos marcaban su ritmo, y la brisa mecía los campos en la tenue oscuridad. Acto seguido, subió al desván, en lo alto de la casa. Nada. Todo estaba en calma. Con algo más de lentitud, pero aun con el corazón acelerado salió fuera y miró al tejado. La calma de la noche veraniega y el manto estrellado era lo único que envolvía su querida casa a las afueras. A lo lejos, la leve boina de luz que iluminaba el pueblo rompía el horizonte, y los leves brillos de las gasolineras en las carreteras lejanas flanqueaban la escena en azul oscuro. Así que tras el ajetreo, Raymond bebió agua, y volvió a la cama.

A la mañana siguiente, Raymond apenas podía levantarse. Unas fiebres que parecían gripales atenazaban todas sus articulaciones. Desde la cama, bajo la atenta mirada de su gato blanco disecado puesto allí, en el mueble de la esquina, pudo ver cómo una mancha negra de moho se había instalado en la esquina superior derecha de la pared de enfrente. “¿Desde cuándo esta allí esa mancha?” El hombre resolvió levantarse a duras penas a tomar una pastilla para la fiebre y el malestar, hacer pis y volver a la cama a descansar.

Fue lo peor que pudo hacer.

Tras unas horas, Raymond despertó con un tremendo desasosiego, seguido por un punzante dolor en todas las articulaciones que apenas le dejaban moverse. Las sensaciones incómodas y dolorosas penetraron en sus terminaciones nerviosas en tromba. No sabía cuánto había dormido. Estaba sudoroso y atenazado por aquel dolor. Dolor, cansancio y una pesadez atroz que mermaba sus sentidos. Apenas revolviéndose en la cama, angustiado por aquel desfallecimiento, volvió la cabeza hacia la ventana para adivinar la hora. En su camino se cruzó la amenazadora mancha de moho, que con una velocidad de crecimiento pasmosa había ido bajando por la esquina de la habitación y ya tocaba parte del suelo por abajo, mientras se ramificaba por el techo. Por la zona central, de más de dos cuartas de espesor, habían crecido unos filamentos con un parecido entre el musgo y el pelo humano. Algunos bulbos extraños y protuberancias empezaban a notarse en el epicentro originario de aquella especie de hongo.

Ante el evidente peligro inminente de aquella inusual y terrible situación, Raymond debería haber saltado de la cama como un loco en busca de ayuda. Pero no lo hizo, su mente estaba ya en un estado de indolencia latente casi hipnótica. Por alguna razón, no reaccionó.

Para las siete de la tarde del tres de Julio de 1984,  el cuerpo de Raymond no era más que un amasijo blando en forma de capullo de gusano, de formas mohosas y extrañas, en el centro de lo que fue una habitación; una cavidad amorfa envuelta en una maraña de filamentos de color verde oscuro, casi negro, entrelazados en el cuerpo central. Listo para la recogida en su próximo advenimiento.

Era su forma de volver. Ya estaban aquí, poco a poco, y de forma natural se van estableciendo en su planeta originario.♣

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Paranoia made in Dani 😛